El Templo del Odio - Capítulo 6


"La niebla se veía más amenazadora desde cerca".
-Maldición, esto es horroroso.
Los bancos de niebla eran completamente amenazantes. Amenazaban con tragarte. Con devorarte.
"Acampé ahí esa noche, tenía todo lo necesario (antes de dirigirme directamente ahí, conseguí instrumentos para acampar)."
La niebla se acercaba, pero Damián no pudo sentirlo en el calor de su saco de dormir.
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Amanece (es un decir)...
-Maldición, ¡No veo ni torta!
Tomé la cuerda para volver al campamento luego de explorar, pero tropecé y pensé '¿Dónde está ese saco? ¿Dónde estoy?' me puse a caminar, para no entumecerme con el frío."
Caminando sin rumbo, chocó con algo.
"Una pared... será una antigua construcción indígena, o... será una muralla. Cuando presione sobre uno de los simétricos cubos de piedra se deslizó. Una oportunidad..."
Atravezó el agujero por el cual se había deslizado aquella roca, y sorprendentemente, no había nada tras la muralla. Una pendiente de césped muy empinada ablandó la caída, mientras la niebla se disipaba... chocó contra un muro, levantó la cabeza y, al mirar al otro lado...
-Así que no era ESE templo...- murmur ó entre dientes.
La simétrica muralla que rodeaba el valle daba a ver una comunidad pequeña con un inmenso templo en el centro cuadrado, nisiquiera un canto redondo. Cornisas, hecho con piedra calisa, con decorados algo primitivo, con una estrella de 8 puntas enorme, tallada. De pronto Damián vio un montón de esas joyas que parecen piedras tiradas por ahí, en la hierba.
Tratando de pasar desapercibido, bajó al valle y fue al templo. Lo único que no sabía era qué había ahí adentro... y no querrá saberlo.
"Dicen que el hombre no es bélico por naturaleza. Simplemente creo que el que lo dijo, no tiene naturaleza. Cuando entré al templo, bajé hasta una cripta subterránea gigante, una cueva enorme, y ahí yacía la bestia que me habría lanzado por los aires con su cuerno inmenso..."
La bestia tenía alrededor de 14 metros de largo, era un dragón sin alas, con patas de caballo, cola muy larga y ojos naranjos. La bestia dormía. Da mián oyó una voz... pero era amiga.
-Lo llaman Gu-. Dijo un hombre atado de pies a cabeza.
-¿Gu? Qué extraño.
-Según estos imbéciles este hijoputa es una semidivinidad o no sé que historias.
-Bueno, tal vez lo sea. ¿Cómo te llamas?
-Kaï. ¿Tú?
-Damián. Esto es horroroso. ¿Sabes por qué estos tipos tienen esto armado?
-Desean darle un golpe a la Ciudad del Diamante. Atacar con criaturas como ésta. Yo que tú no los dejaría.
-¿Cómo entonces?¿Cómo detener a millones de tipos armados con semidivinidades?
-Pues con otros millones de tipos armados hasta los dientes.
-¿Cómo?
-Les explicas a toda la gente del planeta lo que sucede. Alguien, y sé que más de alguno te creerá, si lo haces con tono de auxilio. Puedes generar otra orden, y combatirlos.
-Gran idea, por cierto, ¿Cómo...?
Un grito. Damián vio como la bestia devoraba al prisionero. No lo había visto. Con todo, Damián no se impresionaba ya con nada. Apenas la bestia lo vio, Damián se dio cuenta. Corrió. Montó un campamento improvisado cerca de los acantilados de los que venía para que no lo descubrieran. Ahora sabía como combatir a esta hermandad... y tenía una idea.


 
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